Anna & Daniel

Parroquia San Sebastián Mártir


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26.a. Sagrario

Por D. Santiago Pilar


El Sagrario del Oratorio en el Centro Parroquial ha sido traído de la Capilla de la Inmaculada ubicada en la Parroquia. Esta Capilla ocupa la antigua Ermita dedicada a San Sebastián levantada por devoción al Santo y que da el nombre a la actual Ciudad y nos indica la devoción que ya por entonces había llegado hasta aquí. 

 

 La Asociación de las "Hijas de María", floreciente hace unos años en la Parroquia erigieron esta hermosa Capilla coronada con una bellísima imagen de la Virgen en el misterio de su Inmaculada Concepción. Un hermoso Crucifijo en bronce preside el altar de mármol con sus candeleros. El Sagrario, que ocupaba el centro del altar, ha sido trasladado al Centro Parroquial donde hoy sirve de Oratorio para los niños de Primera Comunión en su Catequesis de preparación.

 

 Este Sagrario aparece anclado en una sencilla columna de madera que a contra luz deja ver en su parte frontal una hermosa fuente en forma de surtidor que deja caer el caudal del agua hasta la tierra donde abreban y apagan su sed dos hermos ciervos. Éstos, al beber de la misma fuente, unen su cornamenta y señalan  la UNIDAD de todos los que "bebemos del mismo cáliz y comemos del mismo pan". Unidad que profesamos cuando decimos: Creo en la Iglesia que es Una. La Iglesia de Jesucristo a la que pertenecemos. Unidad que Cristo pidió al su Padre en la última cena y condición para que el mundo crea en él. " Que todos sean uno como nosotros somos Uno,.... para que el mundo crea que tú me has enviado". Esta bella imagen nos hace recordar la oración del salmista y que hacemos hoy nuestra: "Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a tí, Dios mío".


El frontal del Sagrario lo ocupa casi en su totalidad la fuente. En su parte alta aparece con más detalle un surtidor de agua en forma de piña invertida y hermosamente labrada con tres pétalos unidos por un aro. Simbolizan o representan el Misterio de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo y su unidad indivisible: Un solo Dios. La fuente deja caer el agua en tres bellísimas cascadas, signo aún más claro y nítido de la Santísima Trinidad, donde apagan su sed los ciervos. 

 

 Al contemplar esa fuente recordamos algunas de las palabras de Jesús en diversas ocasiones pronunciadas durante su caminar terreno : Un día enseñando en el templo Cristo gritó: " Si alguno tiene sed que venga a mí y beba.... de sus entrañas manarán torrentes de agua viva". "Si conocieras quién te pide de beber, decía el Señor un día a la samaritana junto al pozo de Jacob, tú le pedirías a él y él te daría agua viva". "El que baba de esta agua no volverá a tener sed"; brotará de él como un surtidor de agua que salte hasta la vida eterna.


Cómo es posible que el hombre muera de sed teniendo tan cerca esta agua? Busquemos el agua de esa fuente "que mama y corre aunque es de noche", nos dice San Juan de la Cruz. 

 

  Saciarémos de nuevo nuestra sed en tantas cosas que convirtieron nuestras vidas en "tierra salobre e inhóspita"? Beberémos una vez más en aguas cenagosas y estancadas en rotos algibes, incapaces de mantener un agua limpia que, lejos de apagar nuestra sed, han convertido reiteradamente nuestros caminos

 en tierra reseca y dejado nuestras lenguas como "teja pegada al paladar", como rezamos en uno de los Salmos? 



  El grito que oiremos una y otra vez de labios de Jesús en la Cruz: "Tengo sed", resonará en nuestro corazón reiteradamente para pronunciar ese mismo grito que hoy sale también desde lo más hondo de nuestro corazón: Tengo sed, tengo sed de ti como tierra reseca, sin agua, Señor, "dame de beber", apaga mi sed, como te pedía la Samaritana junto al pozo de Jacob. Dame de esa agua y apaga mi sed para no volver a tener que poner mis labios ni apagar mi sed en aguas cenagosas y estancadas.

 

  La llave de la cerradura enmarca una puerta que representa la entrada de una casa, la familia, la Iglesia, la gran familia de los hijos de Dios. Ésto me recuerda un hermosa canción que cantábamos de niños: " La llave del Sagrario quien la pudiera abrir. Jesús, entrar queremos, llegar a ti". Me alegra ver a los niños cuando vuelven del cole, rebosantes de alegría. Saben que alguien los espera con los brazos abiertos. Es su familia y saben que allí se les quiere. Esa casa con esa llave me lleva a pensar otra vez en la Iglesia, Familia a la que pertenezco y donde sé que me quieren."Donde quiero vivir y donde quiero morir". 

 

  "Estoy a la puerta y llamo, nos dice el mismo Jesús, si alguien me abre, entraré y cenaremos juntos". Serémos capaces de no abrirte,Señor y dejar que pases, como dice el poeta, la noche a oscuras y con frío? 

  No. Tu tienes Señor, la puerta de tu casa siempre abierta: el Sagrario. Sólo tengo que acercarme y entrar."Venid, comed": "venite, prandete", invitaste un día a tus Apóstoles junto al la lago de Genesaret y nos sigues también a nosotros llamando a entrar y comer contigo : Tu corazón abierto, la mejor invitación y la mejor casa. Me pides de beber a mi tú, Señor, "Tengo sed" y no voy a apagar tu sed? Yo soy el que te pide hoy y siempre" dame de beber" para que no muera de sed.

 

A su lado se halla la Virgen, que lleva por título: Madre del Amor Hermoso. Me encanta su ubicación por estar al lado de su Hijo. Los pequeños y los no tan pequeños aprenderemos a no separar nunca Madre e Hijo, unidos desde siempre y para siempre. La ternura maternal de esta imagen dibujada en su rostro y el Niño descansando en su regazo, nos lleva a buscarlo escondido en el Sagrario, donde está real y verdaderamente presente como Dios y como Hombre.


  Siempre que Dios se revela, de alguna manera se nos esconde. Se hace hombre y esconde su divinidad. Se queda con nostros y se oculta en el Sagrario bajo las apariencias del pan, como hacen los niños en sus juegos. Dios juega con nosotros los hombres como un niño que se esconde, nos recuerda la Escritura. De esta manera aprenderemos también como niños a buscarle escondido en el Sagrario hasta encontrarle. Esa es la fuente de donde brota la Vida y apaga nuestra sed.


  Aprenderemos de él  cómo debemos amar a su Madre; como él la quiso y la sigue queriendo, como quisimos de niños a las nuestras en la tierra, y Ella nos enseñará cómo debemos amar a su Niño, a su Hijo, escondido en el Sagrario. Enséñanos, Madre, a quererle como tú le quieres. Nadie como tú le quiere tanto y nadie mejor que tú nos lo puede enseñar. Gracias, Madre, por ese regalo tan divino. Una relación materno-filial que no olvidaremos nunca.



PD. Esa es mi interpretación del Sagrario del Centro Parroquial. Si os ha ayudado bien. Si no, espero me perdonéis.


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