Tour virtual - 22. Capilla bautismal - c. Sagrario de Granda
Por D. Santiago Pilar
Al comentar el Sagrario del Oratorio del Centro Parroquial no he podido menos de acordarme del Sagrario de la Capilla de Ntra Señora de la Merced. En el primero resaltaba la fuente del agua y los ciervos que en ella apagaban su sed: La Iglesia que bebe de esa Fuente de donde brota la Vida.
En el segundo comentaba la pequeña imagen de Jesucristo, como buen Pastor, llevando sobre sus hombros una oveja. Aquí en el frontal-bajo del altar aparece también una preciosa imagen de Jesucristo como buen Pastor joven, incrustada en una cruz, que lleva sobre sus hombros una oveja. Su cabeza aparece ligeramente inclinada sobre la cabeza de la oveja. En su rostro se ven reflejados una inmensa ternura, gozo y alegría.
La puerta del Sagrario, una obra de perfecta orfebrería, descubre entre espigas y racimos la imagen de Jesucristo celebrando con los Apóstoles su última Cena. En su mano derecha aparece un caliz que aprieta junto a su pecho. La izquieda la deja caer sobre el pan. De esta manera tan gráfica el Señor nos indica su presencia en el Sagrario. La Sagrada Eucaristía será desde entonces objeto de adoración y veneracion: "Tomad y comed esto es mi cuerpo. Tomad y bebed ésta es mi sangre".
Junto al rostro de Cristo está San Juan con las manos juntas en señal de adoración y respeto y escucha del Maestro quién es el traidor: "Aquel a quien yo mojare y diere un bocado". Pedro, quien por señas le pidió a Juan la identidad del traidor, aparece en el lado opuesto y detrás de Jesús. Resalta de modo especial el busto de su cabeza en señal de su preeminencia. En un plano inferior, detrás y de menor relieve aparece el Apóstol Santiago. Éstos tres Apostoles son los que el mismo Pablo, en su viaje a Jerusalén para confrontar su Evangelio, los reconoce como cabezas de la Iglesia. En el inetrior del Sagrario apareceran tambien contemplando a Jesucristo en su divinidad. Qué importante es y será hoy como siempre reconocer la autoridad de la Iglesia y en especial la del Papa, sucesor de Pedro, Vicario de Cristo en la tierra.
El Pantocrator: Dios de Majestad, Creador y Salvador que vemos en los tímpanos y ábsides de las Iglesias de estilo románico y bizantino dentro de una mandorla o almendra con destellos divinos, aparece aquí rodeado de una preciosa corona de rosas distintas, de colores y tamaños diferentes, como la vida misma.
Cada uno en el caminar de cada día: trabajo, dolor, alegrías, tristezas, triunfos, derrotas...etc; rosas que el Señor pone en nuestras manos para coronarle y reconocer que él es el cetro de nuestras vidas que giran a su alrededor. Tenéis que mirar los tímpanos de esas Iglesias y ver lo que nos enseñan. Su lenguaje es ilustrativo, no emotivo. Nosotros lo vemos aquí rodeado de rosas, más tierno y mas cercano.
En su interior defrente aparece la Transfiguración del Señor en el monte Tabor. Los tres Apostoles: Pedro, Santiago y Juan en la parte baja y arriba Jesús como verdadero Dios en todo su esplendor y belleza, acompañado de Moisés y Elías. En las paredes laterales aparecen dos ángeles y arrba el Espíritu Santo en forma de Paloma. Al abrir la puerta te encuentras con una cruz hermosamente cincelada. Qué enseñanza tan preciosa encerrada en el Sagrario,: para llegar al cielo, para llegar a la cumbre hay que abrazar la cruz.,"Por la cruz a la luz", como se reza en la Liturgia: "Per crucem ad lucem".
El Pantocrator, ese Dios lleno de Majestad, "creador de todo lo visible y lo invisible", hecho hombre, se esconde bajo las apariencías de pan aquí, en el Sagrario. Qué humildad la de mi Dios y Señor y qué soberbia la mía. Cómo me acerco yo al Sagrario?, con fe, con humildad, con respeto, con veneración, con amor y agradecimiento, o como alguien que pasa por curiosidad y me quedo sin descubrir quién está ahí y me espera tal vez desde hace tiempo?
Gracias, Dios mío, por haberte quedado con nosotros. "Con vosotros me quedo', son tus palabras. Nosotros te decimos lo mismo que los dos discípulos camino de Emaús: "Quédate con nosotros, Señor", Mane noviscum, Domine". Un himno precioso que se reza en la Liturgia de las Horas dice: "Quedate con nosotros, la tarde está cayendo" etc. Una canción preciosa que cantábamos y que aún recuerdo te puede ayudar: "Quedate con nosotros, tus hijos. Oh divino Jesús, te decimos lo mismo que un día los dos de Emaús. Quédate, por piedad, no te vayas; que se apaga la fe; que las sombras avanzan, Dios mío y el mundo no ve" etc.
En la parte alta o tímpano, rematada por un precioso arco, aparece una fuente donde unos ciervos apagan su sed. Una cruz, que por robo desapareció, remataba el Sagrario.
Sí elevas tus ojos te encuentras con la imagen de la Virgen de la Merced. Madre de quien mora a sus pies, escondido en el Sagrario: Dios hecho hombre.
Las espigas aparecen granadas en toda madurez y los granos como si quisieran desprenderse de los pequeños vasos que los contienen. Una cosecha bastante difícil de conseguir en tierra de Castilla. Los frios se prolongan excesivamente en invierno y en primavera escasean las lluvias que dejan morir lentamente los sembrados y sofocan las verdes mieses que esperan su crecimiento y madurez.
Perdonadme estos recuerdos de infancia. Pienso que el Señor, de niño, vio y contempló también estas escenas. Por eso nos hablará de siembra, de siega, de pastores, de pesca, de redes, de vides, de odres, etc, todo un entramado de la vida misma.
Acompañaba a mi padre en la sementera. A voleo, en un saco preparado para tal efecto que llamábamos "sementera", desparramaba a voleo el trigo en la tierra preparada para recibir el grano. Surcos, abiertos por entonces con el arado romano esponjosos y húmedos, formaban una hermosa besana que esperabamos con los primeros calores ver florecer y esperar su madurez. La sequía, el hielo inoportuno y los fuertes vientos abatían más de una vez las mieses sin llegar a cuajar. El labrador siempre tiene que mirar al cielo y esperar, como nos recuerda Jesús. !Él siempre espera! Hoy no se estila ese modo de proceder; la industria y la técnica empleadas ahora en el campo han cambiado radicalmente, pero la espera, la madurez y la recogida de la mies siguen en pie. Llegar a la madurez personas y mieses era y sigue siendo difícil, muy difícil.
Recuerdo que mi padre me enseñaba cómo tenía que sembrar. Colocaba sobre mi hombro de niño una pequeña sementera y me hacía tirar a voleo en dos tiempos uno más largo y el otro más corto y recogido los granos que esparcía sobre la tierra. Cuando florecían me hacía ver los pequeños claros en los que la semilla no brotaba por no haber sembrado bien. Me hacía volver a sembrar esos trozos, pero ya no era igual. Normalmente no florecían con la misma fuerza e intensidad.
Esto me hace pensar, que sembrar por primera vez en un alma la semilla divina, como son los niños en familia y en Catequesis, la siembra y su florecimiento son seguros. Resembrar donde ya se ha sembrado, es más difícil y costoso. En una sociedad cristianizada y después apartada y alejada de Dios por tantas tormentas y avatares que han ido sofocando y ahogando esa semilla, resulta más difícil ver y florecer esa siebra.
Es verdad que Dios puede y hace milagros cada día en tantas personas entre las cuales podemos encontrarnos tu y yo, pero lo normal es sembrar desde la infancia y esperar.
Gracias, Dios mío, por haber recibido en nuestros hogares de labios de nuestros padres tu semilla. Ellos nos enseñaron a rezar, a amar, a perdonar.
Toda semilla sembrada tiene que crecer. Al comienzo por dentro, sin que se vea. El hielo, el frio hacen que sus raíces se escondan más en la tierra y se hagan fuertes. De niño me gustaba ver las raíces del trigo y cómo se abría el grano. Es maravilloso. Un verdadero espectáculo que me llenaba de asombro. La siembra de pinos, normalmente resineros, era diferente. Me encantaba ver cómo se rompía la dura corteza del piñón hasta convertirse primero en un tierno vástago y después con los años en un hermoso pino. Quitaba la tierra y me encantaba ver esas raíces tiernas y entrelazadas. Después, para no herirlas, las volvía a cubrir de tierra.
Más de una vez me encontraba con algun pino encorvado, inclinado en exceso a la tierra y preguntaba: "por qué está asi? Rapidamente en la voz de mi padre hallaba la respuesta: "La pisada de un hombre o la rueda de algun carro cuando era muy tierno lo pisaron o le hundieron".
En una y otra siembra la semilla siempre busca la luz, crecer, madurar; clara manifestación de la fuerza y la vida que lleva dentro hasta su tala o hasta la siega.
Hoy, hay muchos modos de aplastar la niñez: pequeños brotes que llenan de sonrisas y alegría los hogares y caminos de la tierra. Muchos no crecerán ni madurarán correctamente.
Tu sólo, Señor, puedes hacer crecer o denuevo enderezar y madurar esas vidas. Son tus predilectos.
Las lágrimas, el dolor, las penas y las alegrías sofocadas en el regazo de nuestros padres, nos hicieron fuertes para afrontar la vida, mirando y buscando la luz?. Seguro que sí. Nos enseñaron tanto y también que nos enseñaron a crecer, a madurar y llegar hasta donde ellos soñaban. Nos enseñaron a rezar, amar, a perdonar, a buscar la Luz. Sí a ir a Jesús, Luz del mundo. "Yo soy la Luz del mundo; quien me sigue no anda en tinieblas".
Gracias, Dio mío , por tanto amor, por tanto cariño, por su entrega. Nunca sabremos agradecerselo.
O tal vez hoy, anelando y recordando tu hogar, tu familia, donde te han brindado tantas alegrías, tantos caprichos, tantos mimos, te han criado entre algodones como flor de invernadero, cualquier viento que te roce te hiere? Espero que no.
Sea como sea siempre tenemos tiempo para volver a Dios, buscar la Luz, la Vida. Ese Sol alumbra nuestro camino y guía nuestros pasos.
Gracias, Dios mío por la Vida que me has dado! !Que siempre busque la luz, que siemprre busque la vida, que siempre te busque a Tí, Dios mio.! !Tú eres mi luz, alumbra mi camino! !Tu eres mi Vida, sé que no moriré para siempre.
Llegar a la madurez resulta difícil. Recuerdo pedriscos que asolaron cosechas, hielos que dejaron las espigas como lenguas de pájaros, vientos fuertes que tumbaron las mieses sin dejarlas cuajar y cosechas cuyas espigas inclinababan sus cabezas por el peso del grano cuajado y maduro, listo para la siega.
" Las aguas de San Juan quitan vino y no dan pan" recoge el refranero español. Así era. Cuando los vasos de la espiga se abren para que el grano de trigo madure y la lluvia llena ese vaso, no madurará bien el grano. Lo mismo el viento, si es muy fuerte, hecha por tierra la mies y no acaba de cuajar. Cuando un viento suave mece los trigales desprenden el polen y maduran lentamente. Al coger esos granos entre tus manos te encantan porque son hermosos, tienen peso y su color a la luz del sol brillan como el oro. Ese grano molido será una harina maravillosa para convertirse después en blanco pan. Ojala y es mi deseo para tí y para mí que el Espiritu Santo, como un viento suave meza nuestras vidas, las haga madurar y las convierta en blanco pan para que todos te coman, nos coman. Así es Cristo. El Pan de la vida, amasado y triturado para que tu y yo lo comamos. Tomando el pan se lo dio diciendo: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros". "Venid, comed", el Señor nos invita a su mesa.
Puede haber en una mesa mejor pan ? Puede haber una mejor invitación?
Las uvas aparecen en hermosos racimos que rodean a Cristo. Recuerdan su última Cena. Un vino de uvas esprimido que Jesús ostenta en un caliz que, entrelazado entre los dedos de su mano derecha, lo adhiere de modo muy llamativo junto a su pecho. "Tomad, bebed, éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la Nueva Alianza derramada por vosotros" Puede hallarse en una mesa mejor vino? Podemos oír una mejor invitación?
De niño al ver podar las cepas de la vid me llamaba mucho la atención y preguntaba a mi padre: por qué lloran? La voz de mi padre era muy clara: porque las podo y al cortarlas, las hiero, las hago daño, por eso lloran. Además no darían las uvas que tanto te gustan". Aprendí que en la vida en ocasiones hay que llorar. Siempre nos duele que nos repredan, que nos corrijan, que nos desprecien, que nos humillen, y un largo etc., que conocemos por propia experiencia. También otros hechos dolorosos que no esperas y marcan profundamente nuestras vidas: la muerte de personas que amamos y se marcharon de nuestro lado. Es verdad que en el camino abundan también muchas alegrías que cubrieron amplios espacios de nuestra vida. Como recoje en su libro del Eclesiastes: "Hay tiempo para todo: tiempo para reir y tiempo para llorar".
Jesús nos recordará la necesidad de podar, de cortar para que la vid o el árbol dé buenos frutos. "Sí el sarmiento no está unido a vid, se corta. No vale más que para el fuego", son tus palabras Jesús.
Recuerdo la primera vez que me acerqué a una viña cubierta con una grandiosa frondosidad; pensé que tendría unos racimos hermosos con uvas cargadas de riquísimo dulce. Me dijeron: no busques; no tiene uvas; no se podó. Me llevé una gran desilusión.
Los racimos de la puerta del Sagrario aparecen espléndidos, cargados de uvas para reventar; lo mismo las espigas, aparecen granadas con las cabezas inclinadas por el peso del grano a punto de caer. Tu y yo hoy, ante el Sagrario, cómo nos encontramos, cómo nos vemos? Mejor... cómo nos ves, Jesús? Maduros, cuajados o livianos? Con mucha frondosidad, demasiada apariencia tal vez y con muy pocos frutos; uvas agraces de desagradable degustación. Me buscan, Señor, y en mi no hallan nada de lo que esperan. Con el paso de los años y bajo tus cuidados espero, Dios mío, madurar, hasta llegar a ser vino de alta calidad.
Uno de los recuerdos agradables de mi niñez es pisar la uva en el lagar. Hombres avezados, robustos y fuertes me dejaban con los pies descalzos pisar la uva recogida de la vid. Más que ayudarles entorpecía su trabajo. La pulpa de la uva rompía su fina piel y en el pilón dejaba caer como fuente el rico mosto que llevado a las cubas se convertiría después en buen vino.
Con el paso del tiempo el dolor, el trabajo, las alegrias, los sufrimientos y un largo etc. han ido pisando, cómo no, nuestras vídas marcadas en esas arrugas y nos han convertido en un vino que puesto en las manos Cristo se convertirán en su propia Vida.
Gracias, Dios mio, por la vida que me has dado, en algunos momentos marcada por dolor y el sufrimiento. En tus manos la pongo para que la conviertas en el mejor vino: tu propia sangre, tu propia Vida. Gracias a tí, Madre mía, por haber hecho posible el primer milagro de tu hijo Jesús: convertir el agua en vino. Pídele, te ruego, que convierta también el agua, el vino flojo de mi vida, en el mejor vino , en su misma Vida. Gracias, Madre.